martes, 12 de junio de 2012

La Voz de África


Amanecía en Monzari, el sol salía con fuerza, los pájaros cantaban al nuevo día y la naturaleza sacaba a relucir sus más expléndidos colores para recibir al nuevo día.

En las chozas del poblado, el sol se colaba por las ventanas, la brisa fresca del amanecer despertó a Kambai, que dormitaba en su hamaca junto a sus padres y su hermano pequeño, Tombi. Kambai era una niña africana de 10 años, su piel oscura y tersa, sus grandes ojos negros, sus labios carnosos la hacían parecer una diosa, pero lo que más destacaba en ella era su voz melodiosa y bella. Todos en el poblado admiraban ese don de Kambai, ya que en todas las ceremonias la invitaban a que los deleitaran con su hermosa voz.

Kambai era una niña feliz, pasaba el día jugando, cuidando a su hermano Tombi, recogiendo leña y recolectando frutas del bosque. Tenía todo lo que podía imaginar: la compañía de su poblado, el cobijo del bosque, el canto de los pájaros, la música del río, etc…

Un día, cuando estaba en el bosque junto a algunos niños del poblado, escucharon un fuerte ruido tan desconocido para ellos que quedaron aterrorizados. Los árboles se mecían como si de una gran tormenta se tratara. Los monos gritaban y los animales del bosque huían a toda velocidad. Los niños quedaron acurrucados sin apenas respirar hasta que volvió el silencio. Poco a poco se fueron asomando a la explanada de donde procedía el gran estruendo. Allí vieron una gran avioneta, de la avioneta bajaban unos hombres blancos, todos se quedaron atónitos ya que era la primera vez que veían a alguien que no era de su raza. En breves momentos acudieron todos los que componían el poblado, jóvenes y ancianos.

Todos dieron la bienvenida a los recién llegados. Se trataba de un matrimonio europeo que estaban de safari por África. Los acogieron como si fuesen uno más del poblado. Les ofrecían agua fresca, comida y una choza donde descansar. Aquella noche hicieron una gran fiesta en el poblado en honor a Marie y Olivier, que eran los recién llegados. Las mujeres cocinaron mono asado con plátanos y los hombres prepararon una bebida típica del lugar llamada Suker.

Todos vestían sus mejores galas. Los hombres lucían unas hermosas plumas de colores. Pintaron sus cuerpos con ceniza y arcilla. Las mujeres lucían túnicas hechas de fibras y pieles. Adornaban sus cuellos y orejas con huesos de animales cazados por hombres de la tribu.

Hacía una noche preciosa, la luna africana se imponía en el cielo cuajado de estrellas. Todo el poblado alrededor de una hoguera. Comían y bebían hasta saciar sus apetitos. Empezaron las danzas y los cánticos. Animaron a Kambai a que cantara a los invitados. La niña fue tímidamente al centro de la reunión y cantó. Marie y Olivier quedaron asombrados al escuchar la voz de la niña.

Cuando Marie y su marido estuvieron solos en su choza, hablaron sobre Kambai y la pena que les daba que una voz tan dulce y hermosa no saliera jamás de ese poblado.

Días más tarde y después de meditarlo mucho, decidieron hablar con los padres de Kambai, ellos le contaron lo que podían hacer por Kambai, su hija, y lo que podrían enseñarle, la oportunidad que le ofrecían de conocer el mundo civilizado y que el mundo, a su vez, escuchara su voz. Sus padres, después de pensarlo mucho, accedieron a que Kambai viajara con Marie y Olivier a Europa sólo por seis meses.

Llegó el día. Todo el poblado estaba en la explanada del bosque donde había aterrizado la avioneta, estaban allí para despedir a Kambai, Marie y Olivier, pues viajaban rumbo a Europa. Kambai vivía el momento con un sabor agridulce, pues le entristecía tener que dejar todo lo que amaba y por otro lado estaba la emoción de conocer un mundo nuevo. Su destino final, después de muchas horas de vuelo, fue París.

Aterrizaron en el aeropuerto de Lión. Kambai estaba maravillada. Había mucha gente que iba con prisa, nadie se saludaba, ni siquiera se miraban al cruzarse.

Marie y Olivier llevaron a Kambai a casa, un pequeño apartamento cerca del río Sena. Los días posteriores a su llegada fueron maravillosos, pasearon por París visitando los lugares más emblemáticos de la ciudad, probando sabores y olores totalmente desconocidos para Kambai. Llevaron a la niña a un estudio de grabación que pertenecía a un amigo de Olivier. Kambai pudo cantar, probar cómo sonaba su voz ante un micrófono, ya que en su vida lo había visto. Probaron durante varios días hasta que decidieron grabar un disco.

Grabó su primer y único disco. El disco tuvo un gran éxito, gustó a varios patrocinadores dándolo a conocer en muchos países europeos y las firmas discográficas le ofrecieron varios conciertos donde la gente se quedaba maravillada al escuchar su voz. Todos bautizaron a Kambai con el nombre de “la voz de África2.

Pasaron los días, las semanas, los meses y Kambai empezó a echar de menos a sus padres, hermanos, poblado, bosques, ríos y la tristeza se apoderó de ella. Apenas comía, tampoco reía, el brillo de sus ojos iba desapareciendo…Marie y su marido empezaron a preocuparse por la niña, pasaba horas junto a la ventana, mirando al Sena, soñando que estaba en su río chapoteando en el agua junto a los niños de su poblado. Cerraba los ojos y buscaba el olor del bosque pero no lo encontraba. La ciudad la asfixiaba, el ruído la ensordecía, sus lágrimas invadían sus ojos extrañando los atardeceres de África. Marie le preguntó:

- Kambai, ¿qué te pasa? ¿te falta algo?

- Me falta África –dijo Kambai.

Pero cuando sus fans se enteraron de que Kambai posiblemente se marchara a África, ya que la extraña mucho, movieron cielo y tierra para encontrar algo o alguien que lo evitara.

Adèle, la presidenta del club de fans de Kambai, encontró una puerta mágica, que hacía que con abrirla y entrar, Kambai estuviera en África.

Kambai no sabía cómo agradecérselo, lo intentó con dinero pero Adèle no se lo podía permitir, así que se hicieron mejores amigas y desde entonces no se separaron.

Ahora Kambai lo tiene todo para ser feliz. 

Autoras:
Rosario Aguilar Lineros. 3º ESO.
Isabel Mª Macías Muñoz. 3º ESO.

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